Uno de los objetivos en las clases de lengua extranjera es la enseñanza y práctica de la expresión oral.
En esta entrada quiero reflexionar un poco sobre esta destreza.
Ya quedó atrás esa clase donde lo principal era la gramática y la traducción. Ahora nos presentamos ante nuestra clase con multitud de ejercicios comunicativos contextualizados en situaciones reales para que el aprendizaje sea significativo.
Es verdad que siempre tendremos en clase a estos alumnos controladores que te piden a gritos que les expliques la gramática, nunca se podrá dejar de lado y, personalmente yo no lo hago. Sin embargo hay que reservar tiempo para practicar destrezas, entre ellas la expresión oral.
Yo tengo la suerte de que mis alumnos, estudiantes de español, vivan a su vez en España, lo que facilita muchísimo su aprendizaje ya que están rodeados de input a todas horas; aun así hay que practicar en clase para controlar los errores y evitar fosilizaciones.
Después de esta pequeña divagación vamos al título de la entrada. Al comienzo del curso a mí me gusta dejar varias cosas claras a mis alumnos cuando hacemos ejercicios específicos para practicar la expresión oral y una de ellas es que: No me importa si cometen errores, si no recuerdan alguna palabra y tienen que buscarla en el diccionario o pararse a pensar unos minutos. El principal objetivo de la actividad es conocernos un poco mejor. ¿Por qué? yo se lo explico: porque si nos conocemos entre nosotros nos da menos vergüenza ponernos a hablar en otra lengua y si nos da menos vergüenza tendremos menos ansiedad, estaremos más relajados ya además de aprender estaremos pasándolo bien con el ejercicio y eso repercutirá favorablemente a la hora de enfrentarnos a la lengua que estamos aprendiendo.
P.D.: Evidentemente, en estos primeros ejercicios es aconsejable que los estudiantes hablen de cosas que conocen, gustos, aficiones, etc.
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