Desde este blog pensamos que tener una actitud positiva ante la clase por parte del profesor y de los alumnos favorece el proceso de aprendizaje y facilita la enseñanza. Entrar en clase con buen humor y con una sonrisa, confiados y seguros, contagia al alumno, este podría ser un buen comienzo.
Por eso vamos a hablar sobre la profecía autorrealizable o autocumplida, que viene a resumirse en que cuando esperas algo, llega a cumplirse. En este artículo de la wikipedia se habla un poco de este término. Vamos a ver un ejemplo.
En nuestro trabajo nos encontramos con clases buenas y clases malas, es un poco arriesgado utilizar estos adjetivos, pero para la finalidad de esta entrada vamos a utilizarlos en su significado más inocente.
He aquí la anécdota: Todo sucedió en una clase de ELE con estudiantes adolescentes sin el más mínimo interés en aprender. O por lo menos esta era la sensación que recibía el profesor cada vez que entraba en el aula. ¿Cuál era la realidad? No lo podemos saber con exactitud pero podríamos decir que quizás los alumnos eran tímidos y por eso no participaban en clase, quizás estaban obligados a cursar la asignatura y no tenían mayor interés, quizás la hora de la clase no era la más adecuada y los estudiantes llegaban cansados después de todo un día de lecciones... Cualquiera podía ser la realidad, pero el profesor percibía que a sus estudiantes la clase les aburría, que no querían estar allí, que no se interesaban por los ejercicios.
¿Consecuencia? El profesor no quería ir a clase, le costaba mucho trabajo enfrentarse a un aula de ese tipo, tenía que sacar energía de cualquier parte para llevar la clase adelante. Se había contagiado del ambiente en el aula.
¿Dónde está la profecía autorrealizable? Antes de entrar a clase el profesor ya estaba pensando en lo pesada que se le hacía, en lo poco que le gustaba, en que seguramente iba a pasar otro día intentando que hicieran los ejercicios o que participaran y que los alumnos pasarían de todo. Todo esto, se cumplía.
¿Solución? Cambiar la profecía. Un día el profesor decidió entrar en clase con una actitud diferente. Se concienció y se dijo a sí mismo. No voy a la clase de siempre, esta es otra clase con otros alumnos que están emocionados por aprender español, que les gusta mucho y tienen interés, que seguro que van a hacer todas las actividades bien y con ganas. A estos alumnos, no los conozco, es la primera vez que los voy a ver, por eso no tengo ningún prejuicio sobre ellos.
¿Qué pasó? En la primera clase se notó una leve mejoría, parecía que los alumnos participaban más. En las siguientes la mejoría fue aumentando y aunque no llegó a ser una clase ideal, se hizo mucho más llevable y el ambiente en clase pasó a ser mucho más relajado y participativo.
Es cierto que hacer esto requiere un esfuerzo especial, ver todo con ojos nuevos no es fácil, pero merece la pena, sobre todo si conseguimos que nuestro trabajo sea más agradable.
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